domingo, 13 de febrero de 2011

Pecados Capitales: Soberbia

Se acerca a la mesa, todos hablamos al mismo tiempo desordenadamente. Sivila se para delante de nosotros esperando que la miremos, pero la ignoramos. Ella espera y sonríe, confía en que vamos a prestarle atención. Nos hacemos los distraídos por miedo a que nos haya escuchado hablar mal de ella. Espera un poco mas, no se la nota apurada ni ansiosa, confía. Sivila carraspea, llamando nuestra atención, saluda, sonríe y comienza a dar una explicación sobre su sorpresiva presencia. Intenta ser cortés, notamos el esfuerzo y nos detenemos a escucharla. Mientras explica algo referido a despedirse, yo pongo en práctica mi cara “cuatro”. Sonrisa mediana, comisuras apenas levantadas, sin ironía ni complacencia. Los demás la miran, algunos con sonrisas otros seriamente pero nadie la invita a sentarse. No nos interesa lo que tenga para decirnos, solo la soportamos. Quizás nos preocupe un poco saber si logró escuchar que hablábamos mal de ella cuando entraba, solo un poco. Sigue explicando el motivo de su despedida, cosa que todos sabemos. Nos hacemos los sorprendidos y respondemos con comentarios formales. Ella sabe hacer de cuenta que le interesa ese encuentro y nosotros no nos esforzamos por demostrarle lo contrario. Queremos terminar esa situación lo antes posible para seguir hablando tranquilamente como antes de su llegada.

Sivila, tiene lagañas en los ojos y los dientes amarillentos a pesar de no ser fumadora. Se viste de manera antigua y es muy blanca, tanto que da impresión verle partes del cuerpo descubiertas. Es una mujer rubia, con mucho cabello, que se nota que no puede dominar. Tiene las manos con uñas muy pequeñas y dedos regordetes, blanquísimos también y es pianista. Al menos eso dice su curriculum y varios compañeros que han trabajado antes con ella.

Habla de su jubilación, yo sigo con mi cara “cuatro” esperando que se vaya de una vez.

No me interesa para nada lo que tiene para decir. No me interesa ni que sea pianista, ni que este contenta, ni que salude, ni que se jubile, ni que sea rubia. Es aburrida, intolerante, orgullosa, negadora, arrogante, pedante, vanidosa, tonta, ignorante, chata, obtusa y nociva. ¡No quiero verla más!

Le agarro la mano con cariño, le hago un comentario sobre adaptarse a no trabajar y le deseo un buen retiro. Sivila sonríe, agradece y se va.

Nos quedamos mirándola en silencio hasta que atraviesa la puerta.

_ Los invito con un café, digo casi a los gritos. Me levanto riendo, esta vez de placer.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Merci d'avoir un blog interessant

Anónimo dijo...

Qué extraño, me sentí identificada con varios pasajes, muchos. A veces dan ganas de reir irónicamente, otras de llorar, otras de suspirar.

Ojalá me saliera escribir así.

Saludos.

Luciana

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